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lunes, 16 de abril de 2012

Entre dos azules.


Es difícil imaginar todo el tiempo que he visto pasar. Aun están en mi memoria aquellas imágenes de cuando volaban pelícanos y gaviotas, de cuando albergaba en mi seno aves de todas latitudes y cuando empezaron a navegar sobre mis aguas canoas, luego los barcos españoles y sus hombres que llegaron a decir que esta era la tierra mas hermosa.
Estoy entre dos azules: por un lado me alimento de las aguas del Atlántico y por otro de un místico rió que llamamos Cacoyoguin.

La colonización hizo que los que vinieron por un lado desaparecieran los del otro. Así, fui albergando barcos cada vez más grandes, buques y vapores que llegaban y salían hacia todas las partes del mundo. Pero algunos sucumbieron ante mis aguas y hoy, quedan sus restos en mi cuerpo de sal y salitre. Soy una madre que acoge a sus hijos ya muertos, sus pedazos yacen en cada parte de mi espacio, son parte de mi, de mi existencia. Todos tienen una historia, aquel de la cruz tiene una; de estos solo quedan vagos recuerdos, y poco a poco otros pasaran a la memoria de los lugareños.
Gibara? Gibara para mi lo es todo, es una dama a la cual le obsequio la brizna matinal, el reflejo del sol, los latidos del mar.
Ya no pasan por mi las aves migratorias, ya no se ven pelícanos pescando en mis aguas. Ahora tengo hombres que salen al amanecer para sacar de mis entrañas a los mariscos, el Astillero dañó mis aguas durante mucho tiempo, los residuos químicos mataban a mis peces, hasta que la voluntad humana revertió la situación  y actualmente existen proyectos de cuidado medioambiental.
 Ya nada busco, nada espero, nuevos símbolos se arraigarán en mi y los acogeré cual una madre que acurruca a sus hijos. Es demasiado el tiempo que he visto pasar no obstante seguiré aquí entre dos azules.



Pocos gibareños vaticinaron el regreso del festival.  Una suerte de legado del cineasta amigo de Gibara Humberto Solás.  
 Hoy cuando la utopía vuelve a convertirse en realidad, todo el pueblo   se  dispone  a participar y a ser protagonistas  de  estos días de festival.    Más que espacio de intercambio cinematográfico y fiesta popular, el cine pobre (como se le dice simplificando un poco el nombre)  se ha arraigado en la gente, en los gibareños como un elemento más de tradición e identidad de la Villa Blanca.

En esta ocasión, que el festival ha vuelto a su sede, los gibareños debemos hacerlo más nuestro, demostrar lo importante que  representa Gibara como protagonista de cada momento y espacio.
Muchas son las expectativas con esta edición, el rodaje de una película  con historias de los habitantes de esta villa, la presencia de importantes figuras del cine cubano,  y los tantos artistas que llegan cada abril y se interrelacionan  con los gibareños.








Bienvenido pues, esta décima edición, en la que estará el corazón y el alma de todo un pueblo, latiendo al compás del Viva  Gibara.