Pocos
gibareños vaticinaron el regreso del festival.
Una suerte de legado del cineasta amigo de Gibara Humberto Solás.
Hoy cuando la utopía vuelve a convertirse en
realidad, todo el pueblo se dispone
a participar y a ser protagonistas
de estos días de festival. Más que espacio de intercambio
cinematográfico y fiesta popular, el cine pobre (como se le dice simplificando
un poco el nombre) se ha arraigado en la
gente, en los gibareños como un elemento más de tradición e identidad de la Villa Blanca.
En esta
ocasión, que el festival ha vuelto a su sede, los gibareños debemos hacerlo más
nuestro, demostrar lo importante que
representa Gibara como protagonista de cada momento y espacio.
Muchas
son las expectativas con esta edición, el rodaje de una película con historias de los habitantes de esta
villa, la presencia de importantes figuras del cine cubano, y los tantos artistas que llegan cada abril y
se interrelacionan con los gibareños.
Bienvenido
pues, esta décima edición, en la que estará el corazón y el alma de todo un
pueblo, latiendo al compás del Viva
Gibara.
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